De Francisco Coloane (Quemchi, Chile, 1910), es una obra, que se salvó de un naufragio después de haber navegado por alta mar, bajo el brazo de un marino ansioso por narrar las aventuras que le tocó vivir a bordo de un buque de guerra.
El protagonista principal de la obra, Alejandro Silva Cáceres, era el segundo hijo de una madre viuda que, para solventar las necesidades de su humilde hogar, lavaba y planchaba las ropas de dril y paño de los marinos, cuyos oficiales lucían uniformes blancos y camisas de cuello almidonado los días domingos.
Alejandro, hasta antes de embarcarse clandestinamente en la “Baquedano”, era alumno aplicado en la escuela primaria y el liceo. Estudió con la obsesión de ingresar algún día a la Escuela de Grumetes de la Armada. Quería ser marino a cualquier precio, aun sabiendo que su padre murió en un naufragio, y que su hermano mayor, Manuel, desapareció en Magallanes.
Escondido en el peñol de la proa, inició la mayor aventura de su vida, luego de haber tomado la decisión de despedirse, por medio de una carta, de su madre y sus profesores de liceo. Aunque tenía apenas quince años, como el capitán de una de las novelas célebres de Julio Verne, poseía el espíritu valiente y sagaz de un marino dispuesto a enfrentar los avatares del destino.
Alejandro, al cabo de ser descubierto en su escondite por el guadiamarina, fue presentado al capitán y luego al comandante, quien, al escuchar las explicaciones del muchacho, decidió que lo consideraran el último grumete. A partir de entonces, Alejandro aprendió a armar un “coy” con el colchón y las dos mantas de reglamento, a levantarse al toque de la corneta y a subordinarse al mando de sus superiores.
De otro lado, Francisco Coloane, nos pasea a bordo de la “Baquedano”, realizando una descripción magistral de la zona austral de Chile. Coloane, como todo marino convertido en narrador, tiene la facultad de guiar al lector por un itinerario geográfico que compendia fiordos, cabos, penínsulas, archipiélagos, islas y bahías. Bien se podría decirse que “El último grumete de la Baquedano” es un pretexto o un medio del cual se vale el autor para enseñarnos el paisaje accidentado y exuberante de lugares como Talcahuano, Puerto Montt, Golfo de Penas, Punta Arenas y Magallanes, donde los bosques, contemplados a lo lejos, se levantan como montañas recortadas contra el azul del cielo. No es menos maravilloso imaginar el paisaje de la bahía de Puerto Refugio, que, aparte de ser un sitio ideal para salir a mar abierto y cazar ballenas, está rodeado de grandes cordilleras cuya única vegetación son los robles y los musgos, o el encanto especial que ofrece el canal que conduce a Puerto Edén, cuyo espléndido paisaje, además de hacer honor a su nombre, es la tierra de los indios alacalufes, que viven de los productos que les concede la tierra y el mar.
Cabe recordar que la obra de Coloane no sólo trata de rescatar la fauna y la flora del Sur de Chile, sino también sus mitos y leyendas, cuyos personajes respiran a través de la pluma de este narrador que, aparte de saber anudar coherentemente los cabos sueltos de sus historias, es uno de los escritores tradicionales más fecundos de la literatura chilena contemporánea.
“El último grumete de la Baquedano”, como todos los relatos clásicos bien contados, es una obra que no podía dejar de tener un desenlace feliz, ya que el joven protagonista, Alejandro Silva Cáceres, a su retorno a Talcahuano, lleva el uniforme de marino, y, para la alegría de su madre, las pieles y el oro que le entregó su hermano Manuel, como prueba de que el amor de un hijo por su madre es inmutable a pesar del tiempo y la distancia.